Ahora es el mejor momento de las calas de color, también conocidas como lirios de agua.
Su floración empieza a finales de la primavera y dura todo el verano, por lo que ya casi puedes empezar a disfrutarlas en todo su esplendor. Con la llegada del otoño, verás que las flores empiezan a marchitarse, por lo que tendrás que retirar todas las partes marchitas para que vuelva a florecer el año próximo. Estas plantas vivaces destacan por sus grandes flores, en forma de tulipa acampanada, y hojas de color verde oscuro.
Las calas son de ciclos anuales, de manera que desaparecen totalmente después de florecer.
El color más característico de sus flores es el blanco, aunque también las puedes encontrar amarillas, naranjas, rosas o violáceas. Se aprecian por su agradable aroma, pero especialmente por su aspecto y tamaño, ya que pueden alcanzar el metro de altura. Puedes cultivarlas tanto en el exterior como en el interior pero, aunque soportan bien el sol,
es más recomendable que las sitúes en zonas de sombra o semisombra sin que les falte demasiada luz, ya que podría provocar una menor floración y un mayor desarrollo de las hojas.
Respecto al riego, debe ser frecuente durante su floración y reducirlo con la llegada del otoño; ten cuidado con no encharcar la tierra ya que el exceso de agua la podría dañar. Las calas tienen un mejor crecimiento en climas suaves porque, pese a que soportan bien el frío, no superan con las heladas. Por eso, en la época invernal, es aconsejable colocar un acolchado grueso en la base de la planta; con las temperaturas muy bajas, verás que paran su crecimiento y pierden su majestuoso porte, pero volverán a la normalidad cuando llegue de nuevo el calor.
Las calas de colores,
se utilizan mucho como flor de corte, especialmente para floreros y arreglos decorativos por el gran colorido del que dotan un espacio. Además, las calas de color blanco son muy habituales para elaborar
ramos de novia como símbolo de elegancia, nobleza y sencillez.
Via:
Jardiland
